Actoras de cambio o la historia de un sueño hecho realidad

La historia de Actoras de cambio es la historia de complicidades feministas que se han tejido a lo largo de los años entre mujeres, feministas y no feministas, de diferentes culturas: maya, mestiza y francesa. Es la historia de una pasión común por la vida, la justicia y la libertad. Es la convicción que es posible reconstruir la vida después de haber vivido el horror. Es la materialización de un sueño compartido: eliminar la violación sexual, la guerra y el racismo de la vida de las mujeres. Desde el 2008, podemos afirmar con satisfacción y alegría: el sueño se hizo realidad.

2003: el inicio

Esta historia inicia con el encuentro cómplice de dos feministas autónomas en el año 2000, una guatemalteca y una de origen francés: Yolanda Aguilar y Amandine Fulchiron. Romper el silencio, recuperar la memoria histórica y sanar la historia fueron los llamados alrededor de los cuales empezó a construirse Actoras de cambio. En 2003, Amandine y Yolanda invitan a organizaciones de mujeres, feministas y de derechos humanos a co-construir este proyecto político: Mama Maquín, la Asociación de Mujeres de Petén Ixqik, la Unión Nacional de Mujeres Guatemaltecas (UNAMG), y la organización de acompañamiento psicosocial ECAP. En 2004, se conforma una plataforma de coordinación entre las dos feministas autónomas, UNAMG y ECAP: el Consorcio de Víctimas a Actoras de Cambio, La lucha de las mujeres por la justicia.

En 2006, Yolanda Aguilar decide irse de Guatemala para seguir su propio camino de sanación. Amandine sigue conjuntamente con nuevas aliadas que se fueron sumando a partir de esa misma fecha al trabajo de formación-sanación y de investigación del Consorcio de Víctimas a Actoras de cambio: Liduvina Mendez, Sara Álvarez, María José Pérez, Angélica López y Laura Montes.

2008: un nuevo amanecer

A partir del 2008, se da un punto de inflexión en la historia del proceso. El Consorcio estalla por diferencias profundas en cuanto a cómo llevar a cabo los procesos de acompañamiento a las mujeres y la decisión de las dos organizaciones, ECAP y UNAMG, de centralizar la toma de decisión. De esta ruptura, surge la colectiva Actoras de cambio y un nuevo amanecer: una propuesta feminista de funcionamiento colectivo, horizontal, autónomo e intercultural, cuyo objetivo central es la posibilidad de descolonizarnos, de recobrar el poder sobre nuestro cuerpo, vida y territorio, de vivir en libertad, dignidad, alegría y bienestar; y la creación colectiva y comunitaria de condiciones sociales de no-repetición.

La complicidad profunda personal y política entre Liduvina Méndez y Amandine Fulchiron fue lo que le dio vida, fuerza y autonomía a este nuevo amanecer, en coherencia con los anhelos más profundos que teníamos para Actoras. A lo largo de estos últimos 8 años, muchas cómplices se han unido al reto, lo han alimentado, reconfigurado, enriquecido, y fortalecido a pesar de que, hoy, algunas hayan tomado otros caminos. Por orden cronológico, queremos nombrar a todas las que se han involucrado en este maravilloso camino: Angélica López (maya quiché), Laura Montes (española), Marlili Morales (mestiza), Elsa Rabanales (maya mam), Josefa Sales (maya mam), Virginia Gálvez (mestiza), Isabel Domingo Velasco (maya chuj), Malcom Paíz Domingo (maya chuj), Brenda Méndez (maya chuj), Camila Camerlengo (italiana), Blanca Chun (maya q’eqchi) Angélica Balán (maya kaqchiquel).

Cada una ha aportado sus experiencias de rebeldías, transgresiones, insubordinaciones, valentía, alegría y creatividad para romper el silencio alrededor de la violación sexual en la guerra y en nuestras vidas cotidianas, con las ataduras de las opresiones, la subordinación, el sometimiento y la esclavitud. Nos ha reunido un profundo sentimiento de amor por las mujeres, por la vida y un gran compromiso con las sobrevivientes de violencia sexual. No somos ajenas a las condiciones de las mujeres que acompañamos. Somos parte de la misma realidad, y problemática a resolver. Todas, de una forma u otra, compartimos con las sobrevivientes las vivencias de la guerra, la violencia sexual, el racismo, y/o la colonización. Todas además somos sobrevivientes del patriarcado y del racismo. De allí, la decisión política en Actoras que todas, y juntas, sanemos la historia de crueldad, opresión y colonización, la desarticulemos de nuestras prácticas y formas de pensar, y actuemos cada día conscientemente para transformarla individual y colectivamente.

La historia de sus protagonistas: las sobrevivientes de violación sexual en la guerra

La historia de Actoras es además, y sobre todo, la historia de las mujeres que hemos acompañado y con las que hemos tejido un nuevo amanecer.

La primera etapa de esta historia, del 2004 al 2008, fue principalmente enfocada en sanar la memoria corporal y re-significar individual y colectivamente la violación sexual vivida durante la guerra. Se dio de forma casi clandestina para garantizar la confidencialidad y la seguridad de todas. Durante esta etapa, creamos las condiciones colectivas para que las mujeres puedan expresar la profunda tristeza, hacer los duelos, perder la vergüenza, y desarticular la culpa y el terror impresos en la piel. Trabajamos con 62 mujeres sobrevivientes organizadas en 4 grupos comunitarios etno-lingüísticos: chuj, mam, kaqchiquel y q’eqchi.

A partir del año 2008, fuertes de la autoridad y alegría recobradas, las sobrevivientes quisieron que su historia se sepa para que no siga sucediendo ni a sus hijas, ni a sus nietas. Inicia entonces una nueva etapa donde las mujeres rompen el silencio a nivel social y público. Se organizan festivales por la memoria en Huehuetenango (noviembre 2008), Chimaltenango (febrero 2011), Nebaj (noviembre 2015) cuyo centro son la voz y la experiencia de las sobrevivientes. Estos festivales son abiertos y públicos, y articulan diferentes sectores de la sociedad con una capacidad multiplicadora importante: artistas, maestras, jóvenes, periodistas. Estos festivales combinan varios propósitos dirigidos a la dignificación de las mujeres y a la no-repetición. Son centrales los siguientes: que se conozca la verdad desde las voces y experiencias de las mujeres; sacar la violación sexual del tabú y de la vergüenza, ubicarla en el ámbito público para que sea considerada como un un grave problema social y político que concierne a toda la humanidad, no sólo a las mujeres; y finalmente, comprender y aprender de la historia para fomentar cambios de prácticas y mentalidades dirigidos a erradicar la violación sexual, la guerra y el racismo. A partir de 2011, las sobrevivientes dan un nuevo salto. Encuentran en el grupo la fuerza de romper el silencio en sus propias comunidades, atravesando el miedo a la estigmatización. Emprenden acciones comunitarias de memoria histórica y de prevención de la violencia sexual, así como de defensa de su cuerpo y territorio en sus propias comunidades.

El sueño se hizo realidad: las mujeres pasaron de ser víctimas a actoras de cambio. Recobraron la legitimidad de ser, la alegría, las ganas de vivir, reír y bailar. Ya no tienen vergüenza y se han convertido en referentes para las mujeres de sus comunidades y familias. Hoy, Actoras de cambio toma la forma de una red de más de 1.000 mujeres, organizadas comunitariamente para sanar la historia de la guerra y de la colonización, prevenir la violencia sexual, y defender su vida, cuerpo y territorio con el fin de que nunca vuelva a suceder ni a sus hijas ni a sus nietas.

Como dice Doña María de Huehuetenango:
Hoy siento un cambio. Me siento bien y feliz. Las mujeres vienen a vernos porque vieron el cambio en nosotras. Ven cómo caminamos ahora, y todos los poderes y saberes que tenemos. Lo que yo quiero ahora es apoyar a otras. La justicia para nosotras es hacer algo por nosotras, hacer algo para las mujeres que fueron violadas.

¡Yo insto a todas las mujeres a que se involucren en este camino porque realmente es para nuestra libertad!

2003: el inicio

Esta historia inicia con el encuentro cómplice de dos feministas autónomas en el año 2000, una guatemalteca y una de origen francés: Yolanda Aguilar y Amandine Fulchiron. Romper el silencio, recuperar la memoria histórica y sanar la historia fueron los llamados alrededor de los cuales empezó a construirse Actoras de cambio. En 2003, Amandine y Yolanda invitan a organizaciones de mujeres, feministas y de derechos humanos a co-construir este proyecto político: Mama Maquín, la Asociación de Mujeres de Petén Ixqik, la Unión Nacional de Mujeres Guatemaltecas (UNAMG), y la organización de acompañamiento psicosocial ECAP. En 2004, se conforma una plataforma de coordinación entre las dos feministas autónomas, UNAMG y ECAP: el Consorcio de Víctimas a Actoras de Cambio, La lucha de las mujeres por la justicia.

En 2006, Yolanda Aguilar decide irse de Guatemala para seguir su propio camino de sanación. Amandine sigue conjuntamente con nuevas aliadas que se fueron sumando a partir de esa misma fecha al trabajo de formación-sanación y de investigación del Consorcio de Víctimas a Actoras de cambio: Liduvina Mendez, Sara Álvarez, María José Pérez, Angélica López y Laura Montes.

2008: un nuevo amanecer

A partir del 2008, se da un punto de inflexión en la historia del proceso. El Consorcio estalla por diferencias profundas en cuanto a cómo llevar a cabo los procesos de acompañamiento a las mujeres y la decisión de las dos organizaciones, ECAP y UNAMG, de centralizar la toma de decisión. De esta ruptura, surge la colectiva Actoras de cambio y un nuevo amanecer: una propuesta feminista de funcionamiento colectivo, horizontal, autónomo e intercultural, cuyo objetivo central es la posibilidad de descolonizarnos, de recobrar el poder sobre nuestro cuerpo, vida y territorio, de vivir en libertad, dignidad, alegría y bienestar; y la creación colectiva y comunitaria de condiciones sociales de no-repetición.

La complicidad profunda personal y política entre Liduvina Méndez y Amandine Fulchiron fue lo que le dio vida, fuerza y autonomía a este nuevo amanecer, en coherencia con los anhelos más profundos que teníamos para Actoras. A lo largo de estos últimos 8 años, muchas cómplices se han unido al reto, lo han alimentado, reconfigurado, enriquecido, y fortalecido a pesar de que, hoy, algunas hayan tomado otros caminos. Por orden cronológico, queremos nombrar a todas las que se han involucrado en este maravilloso camino: Angélica López (maya quiché), Laura Montes (española), Marlili Morales (mestiza), Elsa Rabanales (maya mam), Josefa Sales (maya mam), Virginia Gálvez (mestiza), Isabel Domingo Velasco (maya chuj), Malcom Paíz Domingo (maya chuj), Brenda Méndez (maya chuj), Camila Camerlengo (italiana), Blanca Chun (maya q’eqchi) Angélica Balán (maya kaqchiquel).

Cada una ha aportado sus experiencias de rebeldías, transgresiones, insubordinaciones, valentía, alegría y creatividad para romper el silencio alrededor de la violación sexual en la guerra y en nuestras vidas cotidianas, con las ataduras de las opresiones, la subordinación, el sometimiento y la esclavitud. Nos ha reunido un profundo sentimiento de amor por las mujeres, por la vida y un gran compromiso con las sobrevivientes de violencia sexual. No somos ajenas a las condiciones de las mujeres que acompañamos. Somos parte de la misma realidad, y problemática a resolver. Todas, de una forma u otra, compartimos con las sobrevivientes las vivencias de la guerra, la violencia sexual, el racismo, y/o la colonización. Todas además somos sobrevivientes del patriarcado y del racismo. De allí, la decisión política en Actoras que todas, y juntas, sanemos la historia de crueldad, opresión y colonización, la desarticulemos de nuestras prácticas y formas de pensar, y actuemos cada día conscientemente para transformarla individual y colectivamente.

La historia de sus protagonistas: las sobrevivientes de violación sexual en la guerra

La historia de Actoras es además, y sobre todo, la historia de las mujeres que hemos acompañado y con las que hemos tejido un nuevo amanecer.

La primera etapa de esta historia, del 2004 al 2008, fue principalmente enfocada en sanar la memoria corporal y re-significar individual y colectivamente la violación sexual vivida durante la guerra. Se dio de forma casi clandestina para garantizar la confidencialidad y la seguridad de todas. Durante esta etapa, creamos las condiciones colectivas para que las mujeres puedan expresar la profunda tristeza, hacer los duelos, perder la vergüenza, y desarticular la culpa y el terror impresos en la piel. Trabajamos con 62 mujeres sobrevivientes organizadas en 4 grupos comunitarios etno-lingüísticos: chuj, mam, kaqchiquel y q’eqchi.

A partir del año 2008, fuertes de la autoridad y alegría recobradas, las sobrevivientes quisieron que su historia se sepa para que no siga sucediendo ni a sus hijas, ni a sus nietas. Inicia entonces una nueva etapa donde las mujeres rompen el silencio a nivel social y público. Se organizan festivales por la memoria en Huehuetenango (noviembre 2008), Chimaltenango (febrero 2011), Nebaj (noviembre 2015) cuyo centro son la voz y la experiencia de las sobrevivientes. Estos festivales son abiertos y públicos, y articulan diferentes sectores de la sociedad con una capacidad multiplicadora importante: artistas, maestras, jóvenes, periodistas. Estos festivales combinan varios propósitos dirigidos a la dignificación de las mujeres y a la no-repetición. Son centrales los siguientes: que se conozca la verdad desde las voces y experiencias de las mujeres; sacar la violación sexual del tabú y de la vergüenza, ubicarla en el ámbito público para que sea considerada como un un grave problema social y político que concierne a toda la humanidad, no sólo a las mujeres; y finalmente, comprender y aprender de la historia para fomentar cambios de prácticas y mentalidades dirigidos a erradicar la violación sexual, la guerra y el racismo. A partir de 2011, las sobrevivientes dan un nuevo salto. Encuentran en el grupo la fuerza de romper el silencio en sus propias comunidades, atravesando el miedo a la estigmatización. Emprenden acciones comunitarias de memoria histórica y de prevención de la violencia sexual, así como de defensa de su cuerpo y territorio en sus propias comunidades.

El sueño se hizo realidad: las mujeres pasaron de ser víctimas a actoras de cambio. Recobraron la legitimidad de ser, la alegría, las ganas de vivir, reír y bailar. Ya no tienen vergüenza y se han convertido en referentes para las mujeres de sus comunidades y familias. Hoy, Actoras de cambio toma la forma de una red de más de 1.000 mujeres, organizadas comunitariamente para sanar la historia de la guerra y de la colonización, prevenir la violencia sexual, y defender su vida, cuerpo y territorio con el fin de que nunca vuelva a suceder ni a sus hijas ni a sus nietas.

Como dice Doña María de Huehuetenango:
Hoy siento un cambio. Me siento bien y feliz. Las mujeres vienen a vernos porque vieron el cambio en nosotras. Ven cómo caminamos ahora, y todos los poderes y saberes que tenemos. Lo que yo quiero ahora es apoyar a otras. La justicia para nosotras es hacer algo por nosotras, hacer algo para las mujeres que fueron violadas.

¡Yo insto a todas las mujeres a que se involucren en este camino porque realmente es para nuestra libertad!